Tengo que escribir una entrada tan bonita, que llevo diez minutos sonriendo, mientras pienso en cómo hacerlo, en cómo haceros sentir que el mundo es infinito, y he acabado perdiéndome en el recóndito más pequeñín de mi cabeza. Ahí, donde sólo cabe lo especial.
Y he llegado a la conclusión, de que no puedo.
Y me frustra, porque en qué clase de escritora de pacotilla me convierte eso.
Y me chifla, porque en qué puta maravilla se ha convertido esto llamado mi vida.
Aterrizar en sus manos y ver su cara pachucha. Y saber que enfermera o no vas a invocar al mismísimo Sauron con tal de hacer que se sienta un pelín mejor.
Rebotar de repente de habitación en habitación
de la cocina al salón; del salón a su cuarto;
y se siente algo mejor.
¡Uy! Un besín.
¡Uy! Un abracín.
"-Te quiero tanto...
-No sabes lo que me haces sentir cuando me dices eso.
-Pues no..."
Pues mal vamos, porque esa sensación no cabe en ninguna palabra.
Supongo que es sólo mía, para siempre.
Pasar de Death Parade a Batman puede resultar extraño, pero lo cierto es que ambas son buenas opciones para un sábado de mimitos por la noche.
Cuando alguien te abraza durante más de una hora seguida por detrás, viendo una película y con dolor de tripa, hazme caso y no le dejes escapar.
Sobre todo si esos abrazos te hacen sentir calentita.
Protegida.
Valorada.
Querida.
Feliz.
Y ya si ves que te besa aun cuando eso le revuelve la tripa, por ti, y porque no puede no besarte...
Leerle a tu muso las comas que te inspira es el culmen de todo compositor de palabras:
"Te quiero a ti.
Me pregunto si me quieres a mí.
*Señalo con el dedo esta última frase, que clama por una respuesta*
-Pero si ya te lo he dicho.
-No me has dicho na...".
No puedo terminar la palabra, porque él ha cogido el ratón, y me ha subrayado un par de líneas en las que nos cito de algún día anterior:
"-Te amo.
-Yo también a ti, cielo".
No sé ni como empezar a decir que el aire me sabe a caramelo al entenderlo todo. Que sólo quiero sus manos por las sombras de mis pecas, adorarle hasta el fin del mundo.
Y en ese momento me enamoré un poco más de él.
Al final nos rendimos a las sábanas, a la calidez de nuestros cuerpos hechos un lío de esos imposibles de desliar. Lo último que recuerdo fue su respiración sobre mi nariz, haciendo danzar un mechón de pelo.
Y una noche así es como hacen las paces dos imbéciles cabezotas y orgullosos tras una semana de ser jodidamente cabezotas y orgullosos.
Cuando he despertado esta mañana, estaba acurrucadita en su pecho, hecha una bolita, con sus brazos a mi al rededor. De hoy en adelante soy la persona con más voluntad sobre la faz de la tierra, al haber sido capaz de salir de ahí.
Porque no sabéis lo que es decir que no a su cabecita girando como una loca para que no me marche.
A sus ruiditos de protesta.
A su mano enterrando la mía bajo él para no dejarme salir.
No sabéis lo que es estar escribiendo esto, darte cuenta de que estás sonriendo y de que una lagrimilla se te escapa por la comisura de las pestañas.
O puede que sí.
Puede que todos lo sepáis.
Ojalá.
Mañana empiezo a trabajar con personas en mis manos. Y estoy acojonada. Pero tengo ganas de saltar tan fuerte que ni la gravedad pueda conmigo.
Ahora entiendo a todos esos locos que decían que la vida puede ser una puta maravilla.
#100happydays
No hay comentarios:
Publicar un comentario