El martes fue un bum.
Bum, de esos pequeños pero potentes, que llegan sin avisar y lo ponen todo patas arriba.
De los buenos.
Bum, beso. Bum, qué imbécil eres. Bum, al suelo. Bum, abrazo.
Porque si dos cabezas más duras que una piedra no chocan de vez en cuando, nada de esto tendría sentido.
Porque sin guerra no hay paz.
Sin agravio no hay perdón.
Sin arañazos no hay marcas.
Espera, ahí está todo bien.
Y además, a quién no le gusta que le lleven a caballito por la calle Alcalá.
El jueves empezó en mi puerta.
Y siguió en mi sofá.
Y terminó en mi cama.
Aunque en realidad, de fines nada, esto no es ni el preludio. Y creo que voy a ir al infierno muchas mas veces, así que al menos intentaré ser VIP.
Sin sentirlo, se deslizó hacia su casa. "Cuando me dices esas cosas, esta noche duermo feliz". Su cama. "Y cuando me dices eso, duermo feliz una semana".
Que me líe para no poder escaparme, y yo sabiendo que no quiero correr, porque acabaría donde empecé.
Liada, y consumida en su boca. Como el peta que se está fumando. Y que me pasa con una sonrisa.
El viernes empezó extraño. Grisáceo colorido. Melancólico, como uno de esos héroes históricos olvidados. Como el dibujo de tu amigo imaginario que encuentras en un día de limpieza. Como acariciar musgo.
Y luego llegó el peor momento de mi vida.
No, en realidad el peor fue este verano, o aquella primera vez de vestidos rojo derretido. Pero se acercó mucho.
Y luego la que se acercó fue su boca.
Despacito. Tintineando. Como el polvo de hadas que te anuncia el despegue de un vuelo con destino la noche.
Me lió de nuevo. Y sólo pude pactar conmigo misma guardar el secreto lo mucho que me enamoraba que lo hiciera. Y me traicioné, vil, como un desertor de guerras absurdas:
"-Adoro cuando me dices que me quede. No dejes de liarme nunca para que lo haga.
-Quédate a dormir".
Hoy, hace un año que la señora Muerte vino a verme. Y cuando ha llegado su whatsapp, algo en mí se ha roto un poco, porque hay cicatrices que siempre terminan escociendo antes de salir de la cama. Y me puse a pensar en ellas, y en todo lo que suponen. En las que me adornan la piel, y en las que no están tan a la vista. Porque otra cosa no, pero de cicatrices podría poner una exposición, no sólo por la cantidad, sino también porque, sin necesidad de carrera o máster he terminado siendo experta. Y creo que no me gusta. Y a la vez me encanta, aunque verme desnuda conlleve siempre recordar.
Hoy he pensado mucho, y he llorado un poco. Y he llegado a la conclusión de que aunque no todos los días puedan ser felices, de eso se trata todo, al final. Porque la tristeza puede ser tan bonita como una lágrima a través de una cara llena de pecas. Y si duele es porque importa. Y eso es todo lo que nos define como humanos
al final,
El final. Y el principio. A veces es ta difícil saber dónde te encuentras. Porque el uno puede tanto parecerse al otro que acaben confundiéndote. Y viceversa.
Y yo vivo en ambos. En mi final y mi principio. Y el principio no lo vivo sola, aunque del final esté saliendo por mi propio pie.
"Te quiero princesa".
#100happydays
No hay comentarios:
Publicar un comentario