jueves, 26 de marzo de 2015

Catorce.

Siempre estoy en el sitio correcto, en el momento equivocado.
Siempre hago las cosas al revés en la dirección exacta.
Siempre me encapricho por los pies.
Siempre me pierdo con toda lógica.
Siempre he fallado con total puntería.
Siempre he metido la pata.
Hasta el puto fondo.
Y de repente ayer...
De repente ayer no.
Sólo eso. No.
Veía la caída libre delante mía, y sabía que no quería dejarme caer.
En el fondo.
Quería saltar. En mi propia dirección. En mi propia decisión.
En mi corazón.
Y por primera vez en toda mi vida, cogí la puerta y me largué de unos ojos que no me miraban como yo quería.

Y hoy llegó mi recompensa. La razón de mi forma de actuar. Mi sentido. Y con sólo un abrazo, entendí por qué nunca había dejado pasar la oportunidad.
Y por qué esta vez no hubiera podido hacer nada sino echarla a patadas. 
En su cama, le miré, y me di cuenta de lo que había hecho. De lo que significaba y suponía para mí, de Marina a Marina. Y me sentí increíblemente vulnerable. Fue entonces cuando me abrazó y me atrajo hacia sí. En ese momento, todo estuvo bien. Creo que nadie nunca debería tener todo lo que desea en esta vida, porque entonces lo único que le falta es perderlo. Pero me encuentro en el penúltimo de los pasos, y de tener que morir, ya moriré mañana.

"-¿Tú no te vas a marchar, no...?
-¿Cuántas veces me has preguntado eso ya? No...
-¿De verdad?
-¿Y eso? ¿Cuántas veces más me lo vas a decir? Sí...".
Al menos, una más.

#100happydays


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