lunes, 2 de marzo de 2015

Dos.

No he podido evitar pensar que hace un mes del segundo regalo más bonito del mundo.
Que aquel día también era dos. 
No he podido evitar pensar en aquello que hablamos, este sábado, con la camiseta con la que nos conocimos en su cama.
"Todo lo que le debo a esa frase".
Es cierto. Estos dos años (otra vez dos)  y pico son la consecuencia de echarle pelotas, de una frase, y del silencio que siguió a esa frase. Y no puedo evitar pensar en la vida, en general. En cómo las casualidades, todos los detalles mínimos que escapan a nuestro control son los que terminan definiéndonos, guiándonos, delineando los caminos por los que nos perdemos, en esta carrera por no morir insatisfechos.
Porque, queridos míos, morir morimos todos, lo importante es si en el segundo antes al último latido te estabas descojonando.
Estás aquí y ahora. O allí, hace un rato. Pero no has decidido ni lo uno ni lo otro. Por tu mente pulula la idea de que algo habrás tenido que ver, y lo cierto es que es posible, pero esa intervención se reduce a nada o prácticamente nada. Y entonces, ¿qué somos? ¿Meras hojas mecidas al viento? ¿Caprichos cósmicos aleatoriamente conjuntados?
Yo creo que soy nuestros abrazos, entre cabezada y cabezada en su cama.
Creo que soy mis amigas, este sábado, abrazándonos apretujadas en el pasillo porque no nos cabían las ganas de vernos. 
Soy la satisfacción de conseguir arrancar a la guitarra esas notas que llevo persiguiendo días. Y el manojo de nervios cuando bajo una cuesta infinita en dirección al ensayo de mi grupo.
Soy mi hermana pequeña cuando vino hecha una mico a enseñarme su primer salto de ballet.
Soy aquel libro que leí durante todo un día y toda una noche, de hace casi diez años,y aún sigue dentro de mí.
Soy la sensación de ingravidez, cuando oigo mi canción favorita en directo.
Soy la necesidad de correr a cada extremo del mundo sólo para que después me apetezca una película friki en el sofá, perdida en un café.
Soy noche que busca la calidez de un rayo de sol. Y no sé si fue decisión mía, pero si muriese ahora, no sería tan malo.
Porque
no me arrepiento de nada.
No sabes que quieres volver hasta que no te marchas. 
Como tampoco sabes que perseguirías algo hasta el fin del mundo hasta que no deja de ser tuyo.

No sé quién soy del todo, pero sí en las partes importantes. No sé que quiero con detalle, pero sí a grandes rasgos. Soy cada palabra que se me resbala de entre los dedos, y las palabras que me estallan ahora mismo es que ya no estoy asustada. Y voy a comerme el mundo. Empezando por su boca.



Hoy hace un mes de mi cumpleaños, y no pienso volver a contabilizarlo. 
Porque espero oírlo mucho más tiempo del que se puede contar con un reloj. 
Tiempo de ese que se cuenta en suspiros.
#100happydays

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