Hacía tanto tiempo que no venía a decir nada, que ya he olvidado todas las cosas importantes que tenía que decir.
Si es que alguna vez tuve de eso.
Son los exámenes. O mi intento por no suspenderlos, el cual he de confesaros que va de mal en peor. Pero no por eso voy a dejar de intentarlo; lo mío son las causas perdidas.
Y al final, a veces, hasta se encuentran.
Hoy ha vuelto a ser un poco otoño, a pesar de los treinta grados que se paseaban a sus anchas por Madrid. Y lo echaba de menos.
Más de lo que pensaba.
En realidad, he tardado mucho en decidirme a escribir aquí
y no en una hoja,
de las de papel de liarse con las nubes.
Y si me ha costado tanto llegar, es porque no me sentía como este blog te exige para escribir en él, porque el verano está a la vuelta de la esquina, y tras la euforia inicial me he dado cuenta de que estoy
muerta
de
miedo.
La verdad es que el detonante no ha podido ser más estúpido. Pero de repente sus brazos se han esfumado y me he visto envuelta en un dejavù de esos que dan escalofríos. Y no sabía cómo salir de mí misma.
El verano pasado fue el más largo de mi vida. Y de todos es sabido que cuando el tiempo pasa despacio, las heridas sangran más fuerte.
Sí, le tengo miedo al verano.
Y entonces, ¿por qué me he decidido a venir aquí?
Pues precisamente, porque le tengo miedo al verano.
He llegado a la brillante y puede que estúpida conclusión de que si estoy un poquitín acojonada es porque tengo mucho que perder. Y eso me ha dejado más tranquila. El verbo tener, digo. El de perder me sigue revolviendo igual que el chirrido de unas uñas arañando una pizarra.
Me queda un mes escaso para mi límite, para cumplir el pacto conmigo misma. Lo cierto es que cuando lo cerré, ni siquiera caí en que era justo antes de las vacaciones, pero ahora acabo de descubrir que mi otra mitad es médium o algo por el estilo, porque sencillamente las piezas encajan con tal suavidad que no puede ser todo aleatorio.
Si al final he terminado aquí, es porque en realidad quiero estar siempre temiendo perder.
Me.
Te.
Nos.
Y ganando en última instancia. Siempre. Contra todo.
Lo único que me falta es deshacerme enteramente del miedo. Me doy de plazo este mes escaso que queda. Y sé que nadie que esté leyendo esto va a entender una mierda, pero necesitaba plasmarlo en alguna parte. Para no poder retractarme.
Ojalá llegue septiembre y me ría leyendo esta entrada.
Ojalá pase el verano que nos merecemos.
Ojalá sea inolvidable.
Lo peor, es que en realidad espero este verano con todas mis ganas.
Le voy a hacer el amor como nunca nadie.
#100happydays