martes, 15 de septiembre de 2015

Veinticinco.

El título de la entrada es mentira. 
Hace mucho que fue el día feliz número 25.
Hace mucho que fue el día feliz número 50
Hace mucho que fue el día feliz número infinito.
Y podría intentarlo con más ahínco, pero últimamente pierdo la cuenta de casi todo, desde tus huellas hasta mis mordiscos de porcelana vieja.
Podría hablar de todo el tiempo que llevo sin pasar por aquí, de la de noches sin dormir que no os he contado, o de cuánto me gusta no tener tiempo para ello.
Pero no.
Hoy no.
Hoy sólo vengo a reflejar algo que ha hecho que el mundo se derrita a mi alrededor avergonzado de no poder competir.
Porque hay cosas tan bonitas que hay que gritarlas a voces. O escribirlas bajito.

"¿Entonces te veré mañana?"
Beso largo y profundo. Lento. 
Pucherito: "eso no responde a mi pregunta",
Asentimiento de cabeza.
Sonrisa que iluminaría hasta un cementerio en una película de zombies: "entonces no te echaré tanto de menos. Bueno, no, a quién quiero engañar. Pero te veo mañana".

No hay más. Ni menos. Pero en realidad ni siquiera alcanzo a imaginar qué más podría haber. Querer. Ser.
No sé si espera que algún día deje de estar loca por él.
Pero ya puede esperar
bien sentadito.

#100happydays

martes, 23 de junio de 2015

Veinticuatro.

Llevaba veintinueve días sin escribir.
Hola, qué tal. 
Yo aquí, perdiendo el tiempo mientras respiro lluvia. 
Venía a contaros que si no he venido antes es por estos putos exámenes que me chupan la vida,
y a quien crea que exagero,
que piense que me quitan el tiempo,
                                                       el sueño,
                                                                       a mis chicas
                                                                     a él.
La vida, en términos bastante absolutos.
Pero hoy llovía. Así que mañana me levanto a las cinco en vez de a las siete, porque a ver quién se resiste a la lluvia. O a ti. 
Creo que antes te he estresado un poco y la guitarra no paraba de llamarte, y por eso me he dedicado a mirar por la ventana, pero no voy a confesarlo, porque he decidido ser valiente. ¿Puede decidirse eso? Es probable que no, pero a estas alturas todo lo que sé es que te decido, y me decido, y que asustada no se gana.
Ni siquiera se apuesta.
Y yo ya me he quedado sin blanca en ti. 
Además, ya sabes que cuando dejo de pedirte que me muerdas es porque estás rebañando mis costillas.
Mi clavícula. 
Mis falanges.
Y también sabes que en esos momentos se me pueden escapar cosas como "tirar piedrecitas contra tu ventana y pedirte que bajes, que la lluvia no dura para siempre y llevamos mucho sin bailar". No tiene remedio, y si lo tiene no voy a buscárselo, me gusto así. 
Las entradas de este blog no deberían llevar nombres, pero las reglas no están para seguirlas, que bastante tengo con seguir el trazo de agua de esa gota en el cristal.
Porque si hay días con nombres,
miradas con nombres, 
sonrisas con nombres, 
me parece lógico que haya textos con nombres.
Y este es para ti.
Porque alguien dijo alguna vez que lo que no se escribe, no existe,
y yo tengo guardados en el cajón demasiados días  pensando en tus manos como para que ahora no existan.
Así que aquí los dejo, cuchicheando entre ellos,
y volviéndonos inmortales, en palabras.

Hola, yo venía a deciros que los truenos me dan susto, pero me pasaría la vida mirándolos, porque después me provocan una sonrisa que casi nadie conoce.
Como tú.


#100happydays


                                                  

lunes, 25 de mayo de 2015

Veintitrés.

Incluso la sima más profunda tiene fondo.
Incluso en el barranco más oscuro puede encontrarse luz.
Siempre que uno se tire con la persona adecuada.

Incluso la vida puede llegar a tener sentido 
cuando te empujan al lugar mas inhóspito de la tierra
y allí
-rota y sin un hueso en su sitio-
te das cuenta de que no estás sola. 

Si alguna vez alguien,
tú, yo, cualquiera,
se pregunta por qué has llegado a epicentro de mi vida, 
que se acuerde de esta noche. 
Y entonces
tú, yo o cualquiera,
no volveremos a tener ninguna duda. 
Nunca más.

#100happydays

miércoles, 20 de mayo de 2015

Veintidós.

Venía a contar corriendo que he terminado los exámenes.
Y que en nada llegan los exámenes.
Que he descubierto la receta de cómo detener el mundo en lo que tarda en dilatarse una pupila.
Y me lo quedo para mí.
Que pocos placeres son comparables a ventilarte una temporada de HIMYM en una mañana, por muy friki que suene.
(Porque pocos placeres son comparables a ser friki).
Que me he visto a mí misma en el fondo de sus ojos,
que he entendido a Axl, 
y a lo bonito de vivir, en general.
Y eh, que la cosa no acaba aquí.
Porque lo más alucinante de todo fue la forma en que me me quemaron las palabras en la boca
al despertarme frente con frente
con su frente
y saber que no quería nada más. 
Ni ahora. Ni después. Ni después de después.
Y tuve que decirlo.
Y... Decirlo otra vez.
Y otra (la última).
Y la última de verdad.
Y su sonrisa contra mi oído era la única respuesta.
La mejor que hay.

Decía que me voy corriendo
pero es mentira.
Me voy bien despacito, y saboreándolo todo.
Porque bastante deprisa se me va la vida,
como para encima meterla yo más caña.

#100happydays

viernes, 8 de mayo de 2015

Veintiuno.

Hacía tanto tiempo que no venía a decir nada, que ya he olvidado todas las cosas importantes que tenía que decir.
Si es que alguna vez  tuve de eso.
Son los exámenes. O mi intento por no suspenderlos, el cual he de confesaros que va de mal en peor. Pero no por eso voy a dejar de intentarlo; lo mío son las causas perdidas.
Y al final, a veces, hasta se encuentran.
Hoy ha vuelto a ser un poco otoño, a pesar de los treinta grados que se paseaban a sus anchas por Madrid. Y lo echaba de menos. 
Más de lo que pensaba. 

En realidad, he tardado mucho en decidirme a escribir aquí
y no en una hoja, 
de las de papel de liarse con las nubes.
Y si me ha costado tanto llegar, es porque no me sentía como este blog te exige para escribir en él, porque el verano está a la vuelta de la esquina, y tras la euforia inicial me he dado cuenta de que estoy
muerta
            de
                   miedo.
La verdad es que el detonante no ha podido ser más estúpido. Pero de repente sus brazos se han esfumado y me he visto envuelta en un dejavù de esos que dan escalofríos. Y no sabía cómo salir de mí misma. 
El verano pasado fue el más largo de mi vida. Y de todos es sabido que cuando el tiempo pasa despacio, las heridas sangran más fuerte. 
Sí, le tengo miedo al verano. 
Y entonces, ¿por qué me he decidido a venir aquí? 
Pues precisamente, porque le tengo miedo al verano.
He llegado a la brillante y puede que estúpida conclusión de que si estoy un poquitín acojonada es porque tengo mucho que perder. Y eso me ha dejado más tranquila. El verbo tener, digo. El de perder me sigue revolviendo igual que el chirrido de unas uñas arañando una pizarra.
Me queda un mes escaso para mi límite, para cumplir el pacto conmigo misma. Lo cierto es que cuando lo cerré, ni siquiera caí en que era justo antes de las vacaciones, pero ahora acabo de descubrir que mi otra mitad es médium o algo por el estilo, porque sencillamente las piezas encajan con tal suavidad que no puede ser todo aleatorio. 
Si al final he terminado aquí, es porque en realidad quiero estar siempre temiendo perder. 
Me.
Te.
Nos.
Y ganando en última instancia. Siempre. Contra todo.
Lo único que me falta es deshacerme enteramente del miedo. Me doy de plazo este mes escaso que queda. Y sé que nadie que esté leyendo esto va a entender una mierda, pero necesitaba plasmarlo en alguna parte. Para no poder retractarme.
Ojalá llegue septiembre y me ría leyendo esta entrada.
Ojalá pase el verano que nos merecemos.
Ojalá sea inolvidable.
Lo peor, es que en realidad espero este verano con todas mis ganas. 
Le voy a hacer el amor como nunca nadie.

#100happydays


sábado, 25 de abril de 2015

Veinte.

Queridos mortales, siento comunicaros que os habéis perdido una de las mejores fiestas del mundo.
No fue un project X.
No había mega-Dj's.
No había miles de personas.
No había ningún famoso. 
No había piscina.
Había sólo la droga justa.
Y aún así fue una de las mejores fiestas del mundo.
Figuraos.
Y sin embargo, creo que lo más destacable de aquella noche fue su cara al ver todo aquello. Una mezcla de "no puede ser", con "joder", con "qué puto flipe". Más o menos. Y adornado con una sonrisa que no le cabía ni en la cara, ni en la habitación, ni en Madrid entera.

Queridos mortales, siento comunicaros que os habéis perdido la mejor Noche de los libros del mundo.
No compré ningún libro. 
No me encontré con ninguno de mis adorados autores.
No asistí a ninguno de esos recitales de poesía con jazz de fondo que tanto adoro.
Leí sólo lo justo.
Pero escribí(mos) uno de esos capítulos que parecen sacados de uno de esos libros
que de lo que te enamoran,
les propondrías matrimonio.
Sí, al libro.
Mirando las estrellas desde el césped, con Madrid a nuestros pies tras la barandilla, nos encontramos a Venus y decidimos que queríamos aprovechar las canciones, los segundos, la noche. 
"-¿Y esto? ¿Esto es aprovechar el tiempo?
-Esto vale más que casi nada. No. Esto vale más que casi todo. No. Esto vale casi más que casi todo.
-Estaba bien dicho a la segunda.
-Sí, ¿verdad? Bueno, pero me has entendido."
*Beso*.

Queridos mortales, os comunico que me siento la más mortal de todos vosotros. Que estoy escuchando a Sabina, y algo se me descoloca dentro. Que he leído mi vida a través de mis propios ojos, y no puedo evitar ver que han han pasado tantas cosas que todo ha cambiado. Yo he cambiado. Y no puedo arrepentirme menos del lugar al que he llegado. Que ha sido duro de cojones, pero casi todo lo que ha acontecido, ha sido necesario para mirar atrás desde aquí. Y al final lo he sobrevivido. Más que eso, he pasado de sobrevivir a... Vivir.
Y entre él y Sabina he tenido que ir por clínex. 

Me siento infinita, y no voy a dejarlo escapar.

PD: qué curioso que haya coincidido la veinteava entrada. Felicidades otra vez.

#100happydays

martes, 14 de abril de 2015

Diecinueve.

He estado escribiendo cada detalle de este sábado en una entrada que no me ha llegado a ninguna parte.
Así que ahora estoy escribiendo esto, porque creo que hubo tal cantidad de sentimientos que si nos acercamos a ellos con lupa, terminan por difuminarse hasta que dejan de ser nítidos, y se vuelven frustrantemente irreconocibles.
Sí, ya sé que frustrantemente no existe.
Lo que vengo a contaros es que hacía eones de un concierto de Thornskill. Y eones al cuadrado de una tarde en el Independance. Y que juntar ambos fue una explosión de vibraciones que me recorrieron desde la raíz de las pestañas hasta las cosquillas del dedo pequeñín del pie. Se me había olvidado la magia que son capaces de crear esos cinco alelaos' cuando están subidos sobre un escenario. Las luces, las sombras, el pitido en los oídos, las sensación de plenitud a pesar de la falta de aire mientras gritas y saltas cada vez más alto.
No puedo esperar al siguiente.

También venía a deciros que Argüelles es la polla. Y siempre lo será. 
Aunque en realidad, con ellas no me importaría ni pasar la vida en un convento.

Así mismo, querría contaros la sensación de ingravidez al sobrevolar su casa y aterrizar en su boca. Querría expresaros la sensación de cómo puede llegar a cuidar de mí incluso cuando no me hace falta, del colacao calentito mientras sus mejillas se visten de rojo pasión al contarle cómo sentí el concierto desde el público, de subir a su cama y perderme en mi pijama favorito. Encenderlo todo en verde, y sonreír al pensar en cómo las drogas no me van a afectar nunca más, al menos no mientras pueda seguir metiéndome mi dosis de sus lunares en vena. Querría tratar de haceros entender lo que es perderse entre sus brazos y las sábanas, y oír palabras que hacen que toda una vida merezca la pena. Pero creo que nunca lo comprenderíais. Y aunque pudierais, no quiero. Son mías, para siempre.
Porque a ver cuántos os habéis despertado con otra persona en vuestra lengua. Dentro, y más dentro.

Cuando llegué a casa, no pude evitar pensar en todo, y en aquello que dijo Irene X: "no tenéis ni puta idea de nada en la vida". Y creo que tiene razón. Pero a quién cojones le importa, mientras mi pelo huela a su piel cuando me acuesto.

Ayer comprobé la teoría de que existen las personas flotadores. De esas que salvan días, noches y vidas. Y sé que ya lo sabía, pero hacerse la loca para comprobarnos es uno de mis juegos favoritos.

Hoy, Shinedown ha comaprtido en su face "i'll follow you", y ya se me había olvidado cómo adoro esa canción. A veces es sano tener cólicos de chocolate y canciones tristes, mientras se trabaja a destajo por una sonrisa.

"No me dejes marchar nunca".
Descuida, aún no estoy tan gilipollas.
#100happydays