martes, 14 de abril de 2015

Diecinueve.

He estado escribiendo cada detalle de este sábado en una entrada que no me ha llegado a ninguna parte.
Así que ahora estoy escribiendo esto, porque creo que hubo tal cantidad de sentimientos que si nos acercamos a ellos con lupa, terminan por difuminarse hasta que dejan de ser nítidos, y se vuelven frustrantemente irreconocibles.
Sí, ya sé que frustrantemente no existe.
Lo que vengo a contaros es que hacía eones de un concierto de Thornskill. Y eones al cuadrado de una tarde en el Independance. Y que juntar ambos fue una explosión de vibraciones que me recorrieron desde la raíz de las pestañas hasta las cosquillas del dedo pequeñín del pie. Se me había olvidado la magia que son capaces de crear esos cinco alelaos' cuando están subidos sobre un escenario. Las luces, las sombras, el pitido en los oídos, las sensación de plenitud a pesar de la falta de aire mientras gritas y saltas cada vez más alto.
No puedo esperar al siguiente.

También venía a deciros que Argüelles es la polla. Y siempre lo será. 
Aunque en realidad, con ellas no me importaría ni pasar la vida en un convento.

Así mismo, querría contaros la sensación de ingravidez al sobrevolar su casa y aterrizar en su boca. Querría expresaros la sensación de cómo puede llegar a cuidar de mí incluso cuando no me hace falta, del colacao calentito mientras sus mejillas se visten de rojo pasión al contarle cómo sentí el concierto desde el público, de subir a su cama y perderme en mi pijama favorito. Encenderlo todo en verde, y sonreír al pensar en cómo las drogas no me van a afectar nunca más, al menos no mientras pueda seguir metiéndome mi dosis de sus lunares en vena. Querría tratar de haceros entender lo que es perderse entre sus brazos y las sábanas, y oír palabras que hacen que toda una vida merezca la pena. Pero creo que nunca lo comprenderíais. Y aunque pudierais, no quiero. Son mías, para siempre.
Porque a ver cuántos os habéis despertado con otra persona en vuestra lengua. Dentro, y más dentro.

Cuando llegué a casa, no pude evitar pensar en todo, y en aquello que dijo Irene X: "no tenéis ni puta idea de nada en la vida". Y creo que tiene razón. Pero a quién cojones le importa, mientras mi pelo huela a su piel cuando me acuesto.

Ayer comprobé la teoría de que existen las personas flotadores. De esas que salvan días, noches y vidas. Y sé que ya lo sabía, pero hacerse la loca para comprobarnos es uno de mis juegos favoritos.

Hoy, Shinedown ha comaprtido en su face "i'll follow you", y ya se me había olvidado cómo adoro esa canción. A veces es sano tener cólicos de chocolate y canciones tristes, mientras se trabaja a destajo por una sonrisa.

"No me dejes marchar nunca".
Descuida, aún no estoy tan gilipollas.
#100happydays



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